¿Qué es la hiperplasia prostática benigna?
La próstata es una glándula cuya función es la de producir una secreción que forma parte del semen. Se encuentra situada a la salida de la vejiga, rodeando la uretra, por lo que cuando la próstata aumenta de tamaño, cosa que ocurre de forma habitual con la edad por la influencia hormonal, termina obstruyendo la uretra y por tanto dificultando la salida de orina. Este crecimento benigno se denomina hiperplasia prostática benigna.
¿Cómo se trata la hiperplasia prostática benigna?
Existen dos tratamientos para esta enfermedad, por un lado tratamientos médicos que logran disminuir la presión que ejerce la próstata sobre la uretra y en otros casos incluso reducir parcialmente su volumen. Por otro lado existen los tratamientos quirúrgicos. Dependiendo del tamaño deberá de realizarse una cirugía abierta o, siempre que sea posible, una intervención endoscópica eliminando el tejido prostático que obstruye la uretra. Dentro de las intervenciones endoscópicas existe la cirugía tradicional denominada resección prostática transuretral (RTU) o bien la fotovaporización prostática láser.
Tipos de láser
Existen 2 tipos fundamentales de láser en el mercado que pueden usarse para fotovaporización prostática. Por un lado el láser verde, comercializado por AMS (American Medical System) y el láser rojo diodo comercializado por Biolitec. Las diferencias entre uno y otro son escasas y responden a estrategias de ambas casas comerciales y de marketing, si bien es cierto que el láser rojo tiene algo más de potencia y permite un control mejor del sangrado.
Ventajas de la cirugía prostática láser
La intervención mediante cirugía convencional, con resección transuretral, tiene el inconveniente del sangrado prostático. La perdida de sangre puede llegar a ser muy importante, tanto en la propia cirugía como en los días posteriores a la intervención, llegando a requerir transfusiones sanguíneas.
Por otro lado precisamente ese sangrado obliga a introducir durante la cirugía una serie de líquidos a presión para quitar esa sangre que impediría ver y continuar con la cirugía. Esos líquidos se absorben en cantidades importantes por los mismos vasos venosos que sangran, llegando a producir en algunos casos alteraciones electrolíticas y sobrecarga cardiaca. Por otro lado tanto el calor que genera el electrobisturí encargado de resecar el tejido prostático como la propia corriente eléctrica, son responsables de lesiones en los paquetes nerviosos que pasan junto a la próstata, por lo que puede producirse impotencia tras la cirugía, e igualmente puede lesionarse el tejido de la uretra por ese mismo calor y electricidad, produciendo estenosis (estrecheces) en la uretra semanas más tarde tras la cirugía, lo que obliga a una nueva cirugía para solucionarlas. Por otro lado en la cirugía, si el sangrado es alto, puede llegar un momento que la visualización no sea adecuada, llegando incluso a producirse lesiones del musculo esfínter externo, en íntimo contacto con la próstata, lo que derivará en incontinencia urinaria, con escapes continuos de orina tras la cirugía.
Las primeras intervenciones con láser, o algunas que aun se realizan con equipos obsoletos pero que han de amortizarse, tenían la desventaja de que tenían poca potencia por lo que solo podían realizarse cirugía sobre próstatas muy pequeñas y si se operaban próstatas muy grandes, sencillamente no podían resecar la suficiente cantidad de tejido prostático para ser efectivas. Los avances en esta tecnología nos permiten hoy disfrutar de generadores láser de alta potencia que permiten resecar el tejido prostático de forma rápida y segura.
Pero cuales son realmente las ventajas del láser. Por un lado el láser no corta la próstata, sino que la fotovaporiza, es decir, se convierte en vapor de agua y a la vez se cauterizan los vasos sanguíneos, es por ello por lo que no hay sangrado, o si hay algo es insignificante. Esa ausencia de sangrado permite una visualización mucho mejor que con la cirugía convencional, un control más preciso en la eliminación del tejido, permitiendo así no lesionar el esfínter externo y por otro lado no existe la absorción de líquidos de la cirugía tradicional al no haber vasos sanguíneos abiertos. No existe corriente eléctrica que pueda dañar los tejidos ni calor salvo en la punta de la fibra láser, pero que no penetra más de 1-2 milímetros, por lo que no existe lesión de los paquetes nerviosos y no se produce impotencia, de hecho la impotencia tras esta cirugía es del 0%. Esta ausencia de calor y de electricidad, junto con el diámetro mucho menor del instrumental que se usa para la intervención láser también permite eliminar las estenosis uretrales que ocurren en las semanas posteriores de la cirugía convencional. Otra ventaja es la rápida recuperación tras la cirugía láser, si con cirugía tradicional hay que estar algunos días ingresado y mantener una sonda vesical durante 4-7 días, con la cirugía láser la recuperación es inmediata, retirándose la sonda entre 12 y 18 horas tras la cirugía en la mayoría de las ocasiones y con alta al día siguiente de la intervención.
Si desea información adicional sobre la cirugía prostática láser que realizamos puede remitirnos un correo electrónico a infolaser@franciscoreyesurologia.es, o bien puede hacerlo completando el formulario que aparece en ésta misma página.